Por Layla de la Garza
“Aunque pase por el valle más oscuro, no temeré, porque tú estás conmigo.”
— Salmo 23:4
¿Te ha pasado que te sientes roto por dentro?
¿Como si algo en ti se estuviera desmoronando y no sabes cómo sostenerlo? Si estás aquí, leyendo esto, quiero decirte algo desde el principio: no estás solo.
Y aunque tu diagnóstico sea real, aunque el cansancio mental y emocional te esté cobrando factura, hay una verdad que lo cambia todo: Dios no solo está contigo, Él te busca para sanarte.
Una fe saludable incluye una mente saludable
Durante años, hablar de salud mental en la iglesia fue casi un tabú. Como si tener ansiedad, depresión o un desbalance emocional significara falta de fe.
Pero no. Eso no es fe.
Eso es religión disfrazada, y no una relación con un Dios vivo y cercano.
Jesús no vino a condenar, vino a sanar. De hecho, la palabra “salvar” en el griego también significa “sanar”.
Él vino por los rotos más allá de reparación.
¿Qué es salud mental según Jesús?
Paz.
No la paz de vacaciones en la playa, ni la paz que te dan cinco minutos sin hijos gritando.
La paz que Jesús da es una que habita en tu mente y en tu corazón.
Una paz que permanece incluso cuando todo parece estar mal.
Una paz que no depende de lo externo. Juan 14:27 lo dice: “Mi paz les dejo… no como el mundo la da.”
Dios quiere que descanses… aunque tú no quieras
Mi hijo Leonardo nunca dice que tiene sueño. ¿Te suena? Si hay gente, si hay ruido, él quiere fiesta.
¿Descansar? ¡Jamás!
Entonces hacemos lo que todo padre hace: lo mareamos. Lo metemos al carro, lo sacamos a pasear. Pan de elote, carretera… lo que sea para que se duerma.
¿Por qué? Porque aunque él no lo entienda, nosotros sabemos lo que necesita.
Así es Dios contigo. Él sabe lo que tú necesitas.
Y a veces, eso es reposo.
El descanso no es un lujo. Es un regalo divino.
El alma también necesita siestas.
¿Cómo estás… de verdad?
La mayoría respondemos: “Bien. Mal.”
Pero debajo de eso hay emociones que necesitan nombre. Tristeza no es lo mismo que impotencia. Miedo no es igual a desesperanza.
Necesitamos aprender a nombrar nuestras emociones. Porque lo que no se nombra, no se sana.
Y por eso necesitamos rodearnos de personas sabias, buscar terapia si es necesario, y más que nada: llevarlo todo a Dios.
Él consuela.
Él conforta.
Él restaura.
El enemigo quiere un lugar en tu mesa
Salmo 23 dice que Dios nos prepara una mesa en presencia de nuestros enemigos.
¿Pero qué pasa cuando ese enemigo se sienta con nosotros?
Empieza con susurros:
- “Nunca lo vas a lograr.”
- “No eres suficiente.”
- “La otra mesa está mejor.”
- “Todos están en tu contra.”
Y sin darte cuenta, le diste una silla. Le diste voz.
Hoy quiero que digas conmigo:
👉 El enemigo no tiene lugar en mi mesa.
Hay uno más entre las llamas
Si estás atravesando fuego —ansiedad, depresión, pérdida, diagnóstico— quiero que recuerdes esto:
No estás solo.
Hay Uno más en el fuego contigo.
Como Sadrac, Mesac y Abed-Nego, esos tres amigos que se negaron a inclinarse ante el miedo, ante la presión, ante la estatua de oro…
Dios no los libró del horno.
Los acompañó dentro del horno.
Y ahí, entre las llamas, el rey vio a Uno más.
¿Qué significa eso para ti?
Que sí, tal vez estás quemándote por dentro. Tal vez hay fuego, pruebas, angustia…
Pero Dios está en tu mesa.
Él no huye del dolor.
Él no te deja solo con tu diagnóstico.
Él no minimiza tu quebranto. Lo redime.
Recupera tu mesa
Hoy es día de tomar autoridad sobre tu mente, tu corazón y tu mesa.
Dile a tu alma:
🛑 La depresión no tiene lugar en mi mesa.
🛑 La ansiedad no tiene lugar en mi mesa.
🛑 El enemigo no tiene lugar en mi mesa.
🔥 Mi diagnóstico no me define. Me define el que me creó.
🔥 Mi situación me recuerda el tamaño de mi Dios.
¿Cómo terminar esta historia?
Con la promesa de que tu historia no termina en el fuego.
Ni en el valle.
Ni en la mesa en la que dejaste entrar a quien no debía.
Termina con esto:
“Ciertamente el bien y la misericordia me seguirán todos los días de mi vida, y en la casa del Señor viviré por siempre.”
— Salmo 23:6
Hoy puedes volver a la mesa
Jesús te espera.
Con pan.
Con copa.
Con cicatrices visibles para recordarte que ya todo fue pagado.
Y aunque la ansiedad sea real, Dios es aún más real.
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